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Etiqueta: monologos divertidos

Cómo hacerse multimillonario

Cómo hacerse multimillonario

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Al cumplir los siete años casi había abandonado por completo esa costumbre. Pero se me planteaba un problema.

¿Qué hacer con esas cositas –verdes por lo general– que extraía de mi nariz y hacía rodar entre las yemas de mis dedos índice y pulgar hasta formar unas albondiguillas semisólidas y en extremo adherentes?
La primera solución consistía en pegarlas a mis pantalones. Pero mi madre –imaginando el efecto que verme aparecer con los pantalones llenos de moco produciría en las visitas– consideró este método de eliminación de residuos tan guarro o más que la deglución.
Como alternativa probé a deshacerme de mis mucosidades pegándolas en el perro. Sin resultados prácticos, ya que –al revés de lo esperado– eran los pelos del bicho los que se pegaban a la albondiguilla y, por consiguiente, a mi dedo.
Hubo otros intentos.
Pero todos fueron en vano.
Al fin di con una verdadera solución:

Dejaría pegadas las albondiguillas por mí obtenidas según el método suprascrito allá por donde fuera: en la barra del
autobús, un banco del parque, una mesa de una biblioteca…
… ya había cumplido diez años y sabía lo que era la muerte. Aterrado ante lo finito de mi vida, dejaría señales de mi existencia para que ésta perviviera en los anales del porvenir.
¡Qué satisfecho me sentía cuando reencontraba alguno de estos mocos! Pensaba: «he estado en este lugar y puedo asegurarlo; mis recuerdos podrían engañarme, pero he aquí una prueba irrefutable».
Así, mi vida hubiera sido feliz. No pedía nada más. Sin embargo, al cabo de pocos años se me vino el mundo encima. No adivinarán porqué. ¡Comencé a encontrar pelotillas en sitios que no recordaba! Por ejemplo, alguien me llevaba a un restaurante totalmente desconocido para mí y al ir a dejar mi marca encontraba una pelotilla ya petrificada. Esto me provocaba unos tremendos ataques de angustia. Sudores fríos. Sudores. Fríos.
Trataba de encontrar una explicación a estos hechos. Pensaba: «bien pudiera ser que esta mesa hubiera

pertenecido a otro local antes que a éste». O bien, «me falla
la memoria y no recuerdo este lugar». Sin embargo encontraba demasiados mocos inexplicables como para permanecer tranquilo.
Empecé a padecer de insomnio. Estuve a punto de volverme loco. Pero por fin di con la clave del enigma. Alguien trataba de suplantarme confundiendo su vida y la mía. Dejaba de ser único. Mi existencia, nuevamente, acababa con mi muerte.
Rascar con la uña mis orificios nasales y amasar lo así obtenido dejó de tener significado para mí. De hecho, ya nada en la vida tenía significado. Abandoné mis hábitos y me di a la soledad y la escritura. Dado que mis escritos eran una porquería, me habitué a sonar mis narices con los folios a medio entintar.
Y este fue mi golpe de suerte. Tras perfeccionar la idea y el material, lancé al mercado un nuevo producto: el pañuelo desechable. Ahora soy multimillonario, y sé que mi nombre perdurará en lo eterno.

Mr. Kleenex

(Gracias Carlos G)

Turismo rural

Turismo rural

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Se trata de un deporte nacional que antes se llamaba ‘ir al pueblo’.

La diferencia es que si vas a tu pueblo es gratis, y si haces turismo
rural vas a un pueblo que no es tuyo y pagando una pasta.

Para hacer turismo rural no vale cualquier pueblo. Tiene que ser un
pueblo ‘con encanto’.

-¿Y qué es un pueblo ‘con encanto’? Pues un pueblo que sale en una Guía
de pueblos ‘con encanto’. Si es que se cae por su propio peso.

A estos pueblos se suele llegar a través de una carretera comarcal ‘con
encanto’, que es una carretera con tantos baches y tantas curvas que
cuando llegas al pueblo estás ‘encantao’ de bajarte.

Y cuando entras al bar intentas integrarte con los vecinos.

– ¡¡¡Buenos días, paisanos!!! ¿Qué es lo típico de aquí?

Y el del bar piensa: ‘Pues aquí lo típico es que vengan los gilipollas
de la ciudad los fines de semana a dejarse doscientas mil pesetas’.

Lo siguiente es alojarse en una casa rural o ‘casa con encanto’, que es
una casa adornada con muchas vasijas y ristras de ajos en el techo, que no
tiene ni tele, ni radio, ni microondas.

Eso sí, tiene unos mosquitos trompeteros que por la noche hacen más
ruido que una Derbi Coyote.

Luego te das cuenta de que los del pueblo viven en unas casas que no
tienen ningún encanto, pero tienen jacuzzi, parabólica, Internet y portero
automático.

Tu casa no tiene portero automático, pero tiene una llave que pesa medio
kilo.

Otra ventaja que tiene hacer turismo rural es que puedes elegir entre
una casa vacía o vivir con los dueños.

Estupendo.

Te vas de vacaciones y además de la tuya tienes que aguantar una familia
postiza. Que por la noche tú quieres ver la película, ellos los
documentales, y te planteas:

‘¿Quién manda más, yo que he pagado 600 euros o este señor que vive
aquí?’.

Pues gana él, que tiene garrote.

Y encima te dicen que tienes la ‘posibilidad de integrarte en las
labores del campo’. Que quiere decir que te despiertan a las cinco de la mañana
para ordeñar a una vaca. ¿No te jode? Es como si te vas a una gasolinera
y te tienes que poner tú la gasolina, o como si vas a un McDonalds y
tienes que recoger tú la bandeja. O sea, lo normal.

Así que te levantas a las cinco para ordeñar a las vacas.

Que digo yo: ¿por qué hay que ordeñar a las vacas tan temprano?

Si la leche está ahí.

¿No se pueden ordeñar después del aperitivo? Yo creo que esto es
fastidiar por fastidiar, porque a la vaca le tiene que sentar como una patada en
las ubres que la despierten a las cinco de la mañana para que le toque las
tetas un extraño.

Que la vaca te mira como diciendo: ‘Tío, si quieres leche vete a la
nevera coge un tetra brick’. Es que son ganas de molestar.

Pero el ‘encanto’ definitivo son las ‘actividades al aire libre’.

Como cuando te ponen a hacer senderismo, que es lo que habitualmente se
llama andar, y consiste, pues eso, en poner un pie delante de otro hasta
que no puedas más, mientras los del pueblo te adelantan en un ‘todoterreno’
con aire acondicionado..

Pero tú encantado. Vas por el campo como abducido. Te vuelves bucólico y
todo te parece impresionante: ves una ‘caca’ de vaca y sueltas:

‘Ummmmmh qué olor a pueblo.’ ¿A pueblo? A pueblo no, huele a mierda. Eso
sí, a mierda ‘con encanto’.

Y todo, sea lo que sea, te sabe a gloria: en el mesón te ponen dos
huevos fritos con chorizo y tú en tu ciudad no te comes estos huevos, ni estos
chorizos. Y le dices al camarero:

– ‘Oiga ¿a qué este chorizo es de matanza?’

– ‘Pues casi, porque a punto estuvo de matarse en la curva el del camión
de Campofrío’.

De repente oyes unas campanadas y dices:

-‘¡Ah!. ¡Qué paz!. No hay nada como el sonido de una campana.’

Y el del bar te dice: ‘¡Pero si está grabado! ¿No ves el altavoz del
campanario?’

En ese momento te preguntas si los sonidos de las gallinas y de los
grillos no vendrán en un CD: Rural Mix2005′, ‘Los 101 Mayores Éxitos
campestres.’

De lo único que estás seguro es de que los mosquitos trompeteros son de
verdad. Que pareces un Ferrero Roché con varicela.

Yo creo que, de lunes a viernes, la gente de estos pueblos vive como
todo el mundo, pero el fin de semana distribuyen por la carretera a unos tíos
disfrazados de pastores y cuando ven que se acerca un coche, avisan a
los del pueblo con el móvil:

– ‘¡Eh, que vienen los del turismo rural’! Y cambian el cartel de
‘Videoclub’ por el de ‘Tasca’, sueltan unos perros cojos por las calles
y sientan a la entrada del pueblo a dos abuelos haciendo alpargatas, que
luego te compras unas y te salen más caras que unas Nike.

En fin, yo creo que un montaje tan grande como éste no puede ser obra de
personas aisladas. Estoy seguro de que están implicadas las autoridades.

Me imagino al alcalde: – ‘Queridos paisanos: este verano, para
incrementar el turismo, vamos a importar más mosquitos del Amazonas, que el año
pasado tuvieron mucho éxito. Y quiero ver a todo el mundo con boina,
nada de gorritas de Marlboro. ¡Y haced el favor de pintaros el
entrecejo, que no parecéis de pueblo! Y las abuelas Nada de TOP less en el río, que
espantáis a los mosquitos..

Ah, y por cierto: Este año no hace falta que nadie haga de tonto del pueblo.

¡Con los que vienen de fuera ya vale!

(Gracias Montaña)

Lotería

Lotería

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Parece mentira que en una época como la Navidad, cuando se supone que tenemos que ser todos buenos y felices, empiece con algo que despierta nuestros más bajos instintos: la lotería. Sí, sí, no pongan esa cara.

Seguro que todos ustedes llevan lotería. Y, ¿Por qué la compran?. Sean sinceros, ¿por ilusión?. No, por ilusión se compra un decimillo. Los demás se compran por envidia. Por que no soportarían que les tocasen a los de su barrio y a ustedes no.

Miren ustedes, yo cuando compré el primero me dije: «Mira, a ver si salimos de pobres, si me toca lo repartiré con la familia, le daré un millón a mi hermana, le compraré el coche a mi cuñado, a Mari un reloj de oro, y a mi suegra unos guantes de boxeo que le han hecho ilusión toda la vida».

Pero un día llegas al bar de debajo de tu casa y el camarero te dice:

– Tengo lotería, te lo digo porque todo el mundo ha comprado, tu verás lo que haces ¿eh?

Oye, que el tío te amenaza, y tú que no pensabas comprar, de pronto te imaginas el día de lotería con el bar lleno de gente brindando:

– A mí me ha tocado diez.

– A mí treinta.

Y que alguien te señala y dice:

– Mira, a ese le ofrecieron y no compró.

Eso te marcará para toda la vida. Ya pueden pasar años, que tu serás siempre «el pringao que no compró». Y hasta te imaginas a tu mujer echándote la bronca:

– ¡Desde luego, con la cantidad de horas que hechas en el bar y no comprar… Qué inútil que has sido toda tu vida.

Y claro, dices al camarero:

– Dame cuatro.

A partir de ese momento la envidia te hace coger toda la lotería que te ofrecen: la de la panadería, la de la oficina, la del hogar del pensionista… Y ahí no acaba la cosa: pierdes los escrúpulos y hasta tus principios. Si te ofrecen lotería del PP, tú, que siempre has sido de izquierdas, la compras. Y ahí tienes dos boletos con la gaviota en tu cartera, al lado del carnet de Comisiones. Y como toque, serías capaz de cantar la musiquilla:

«Tatán… tatán… tataratatán…». Y todo por la lotería. ¿Ven como saca nuestros peores instintos?.

Estás tan obsesionado con que te toque, que incluso crees en cosas de las que normalmente te ríes. Sale Aramis Fuster por la tele diciendo:

– Este año el gordo acabará en nueve, o en ocho, y hacedme el favor de ser muy felices…

Y compras uno. Luego sale Rappel:

– Mi tarot te ayuda, El Gordo va a acabar en seis.

Llama mi cuñada y dice que ha soñado que ha acabado en cinco. ¡Cago en diez! Y luego llama tu suegra:

– ¿Habéis comprado un número donde las inundaciones del año pasado?

Y empiezas a mirar dónde fue la inundación más grave, que desde luego hace falta ser degenerado para ir a comprar donde hubo una desgracia:

– ¿Y dice usted que el agua sólo les llegó al tejado? ¿Y que no hubo muertos? ¡Bah! Eso no es una inundación ni es nada…

Y luego, ya, el colmo. ¿Se han dado cuenta de que si la lotería es de otra ciudad nos parece que tiene mucho más valor? El que tiene te la ofrece como si fuera chicle:

– Tengo lotería de Ponferrada.

– ¿De Ponferrada? ¡No me digas! Pásame dos.

– Te paso uno por ser tú, pero no se lo digas a Rebolledo.

Eres tan canalla que piensas: «Como toque en Ponferrada, se va a enterar Rebolledo».

La cuestión es que aparecen tus peores instintos: «A mi hermana no tengo por qué darle nada. Y bien pensado, si mi cuñado quiere comprarse un coche, que ahorre… Y mi suegra, con unos guantes de cocina va que se mata».

Por fin llega el día del sorteo y por supuesto no te toca. Y encima tienes que aguantar la imágenes de la tele, que a los diez minutos te sacan a unos tíos en la puerta de un bar cogiéndose del cuello y saltando: «¡Oeee! ¡Oeee! ¡Oeeeee!¡Oeeeee!» De repente te fijas: «¡Pero bueno, si es Rebolledo! Ha tocado en su barrio y el tío no me ofreció. ¿Será desgraciado? Hace falta ser mala persona».

Pero lo que ya no puedo soportar es cuando sacan a uno que le han tocado cincuenta millones, que está como si nada:

– ¿Y usted qué va a hacer con el dinero?

– Yo nada, tapar agujeros…

¡Tapar agujeros! ¿Pero qué agujeros tendrá ese tío? Apagas la tele y te bajas al bar y nada más entrar te sueltan:

– No nos ha tocado nada, pero lo importante es que haya salud.

¡Pero eso faltaba! Que encima de que no me toca la lotería me atropelle un camión. ¿Será posible?

En fin, señores, que más que desear que nos toque la lotería, lo que hay que desear es que no le toque a nadie cercano.